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Хитроумный идальго Дон Кихот Ламанчский / Don Quijote de la Mancha

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Muy de ma?ana, continuaron viaje hacia Puerto Lаpice[48 - Puerto Lаpice – Пуэрто-Лаписе, город в провинции Сьюдад-Реаль (автономное сообщество Кастилия – Ла-Манча)]. A mitad de trayecto, aparecieron por el camino dos frailes de la orden de San Benito sobre los mulas y, un poco mаs atrаs, un coche llevado por caballos, donde viajaba una se?ora vizca?na[49 - vizca?na – бискайская, родом из провинции Бискайя (автономное сообщество Страна Басков)] que iba a Sevilla. Apenas los vio don Quijote, dijo a su escudero:

–O yo me enga?o, o esta ha de ser la mаs famosa aventura que se haya visto; porque aquellos bultos negros deben de ser algunos encantadores que llevan prisionera a alguna princesa.

–Esto va a ser peor que los molinos de viento ?dijo Sancho?. Mire, se?or, que aquellos son frailes de San Benito y el coche debe de ser de pasajeros.

–Sabes poco, Sancho, de aventuras ?respondiо Don Quijote?, lo que yo digo es verdad y ahora lo verаs.

Don Quijote se puso en medio del camino y avanzо veloz con el caballo en direcciоn a los frailes. Uno de ellos cayо de la mula y el otro saliо huyendo de miedo. Sancho, al ver al fraile en el suelo, comenzо a quitarle los vestidos, pensando que le pertenec?an como parte del bot?n de la batalla que hab?a ganado su amo.

Pero unos mozos que acompa?aban a los frailes aprovecharon que don Quijote estaba hablando ya con la se?ora del coche, para darle tantos golpes a Sancho que lo dejaron tendido en el suelo sin sentido.

Mientras, don Quijote le dec?a a la dama:

–Hermosa se?ora m?a, sus raptores ya han sido derrotados por este fuerte brazo. Sabed que me llamo don Quijote de la Mancha, caballero andante y aventurero, y servidor de la hermosa do?a Dulcinea del Toboso; y en pago del favor que os he hecho, quiero que vayаis al Toboso y os presentеis ante esa se?ora y le digаis lo que he hecho por vuestra libertad.

Un escudero vizca?no, que oyо lo que dec?a don Quijote, se acercо a еl y cogiеndole por el brazo le dijo:

–Vete, caballero, que si no dejas que el coche siga su camino, te matarе.

Don Quijote cogiо la espada con el pensamiento de quitarle la vida. El vizca?no, al ver la intenciоn de don Quijote, decidiо hacer lo mismo. La se?ora del coche y los demаs criados estaban asustados ante las furiosas amenazas de los dos contendientes[50 - contendientes – противники в поединке, дуэлянты], que ya se aproximaban con sus espadas en alto. El primero en atacar fue el vizca?no, que le cortо media oreja a don Quijote y le dio un buen golpe en el hombro que le hizo rodar por el suelo. Este se levantо lleno de cоlera, se subiо de nuevo al caballo y golpeо al vizca?no con tal furia que comenzо a echar sangre por todo su cuerpo y cayо al suelo malherido. Don Quijote fue hacia еl y, poniеndole la espada entre los ojos, le dijo que se rindiera.

En esto, la se?ora del coche se acercо a don Quijote y le pidiо que perdonara la vida a su escudero. Don Quijote respondiо en tono serio:

–Yo estoy contento, hermosa se?ora, de hacer lo que me ped?s. Pero este caballero me ha de prometer ir al Toboso y presentarse de mi parte ante la sin par do?a Dulcinea, para que ella haga de еl lo que quiera.

La se?ora prometiо que el escudero har?a todo aquello que le mandaran.

–Esa palabra me basta ?dijo don Quijote? para que yo no le haga mаs da?o, aunque lo tiene bien merecido.

Cap?tulo X

Los razonamientos entre don Quijote y su escudero

Sancho Panza hab?a estado atento a la batalla de su se?or don Quijote y rogaba a Dios que le diera la victoria y que en ella ganar alguna ?nsula la que le hiciera gobernador, como le hab?a prometido. Sancho ayudо a su amo a subir sobre Rocininante y, besаndole la mano, le dijo:

–Ya puede vuestra merced darme el gobierno de la ?nsula que en esta batalla se ha ganado, que yo me siento con fuerzas para gobernarla como el mejor gobernador.

Don Quijote le respondiо:

–Sancho, estas aventuras no son de ?nsulas sino de encrucijadas[51 - encrucijada – перекрёсток, распутье], en las cuales sоlo se gana sacar rota la cabeza o quedar con una oreja menos. Tened paciencia, porque no faltarаn aventuras para que te pueda hacer gobernador o algo mаs.

Don Quijote sobre Rocinante y Sancho en su asno entraron en un bosque.

Entonces preguntо don Quijote a Sancho:

–?Has visto mаs valeroso caballero que yo en toda la tierra? ?Has le?do en alguna historia que otro caballero haya tenido mаs valor?

–La verdad es ?dijo Sancho? que yo no he le?do ninguna historia, porque no sе leer ni escribir. Pero digo que jamаs he servido a un amo tan atrevido como vuestra merced. Y ahora le ruego que se cure la oreja, que veo que estа echando sangre.

–Eso no ser?a dif?cil ?respondiо don Quijote? si yo recordara cоmo se hace el bаlsamo de Fierabrаs[52 - bаlsamo de Fierabrаs – чудодейственное лекарство великана Фьерабраса, героя средневековой французской поэмы], que con una sola gota bastar?a para curarla.

–?Quе bаlsamo es ese? —preguntо Sancho Panza.

–Con ese bаlsamo ?respondiо don Quijote? no hay que temerle a la muerte, ni a morir de ninguna herida. As? que cuando lo haga y te lo dе, si un d?a me parten en dos en alguna batalla, juntas las dos partes de mi cuerpo y me das dos tragos del bаlsamo; quedarе mаs sano que una manzana.

–Si eso es as? ?dijo Sancho?, renuncio al gobierno de la prometida ?nsula; lo ?nico que quiero es la receta de ese bаlsamo, pues con lo que valdrа podrе ganar mucho dinero al venderlo y vivir descansadamente. Pero hay que saber cuаnto costar?a hacerlo.

–Con poco dinero se puede hacer una gran cantidad. Pero pienso ense?arte otros y mayores secretos. Y ahora ve a las alforjas y trae algo de comer, porque luego vamos a buscar alg?n castillo donde alojarnos esta noche, que me estа doliendo mucho la oreja y necesito preparar el bаlsamo.

–Aqu? traigo una cebolla y un poco de queso, y no sе cuаntos mendrugos[53 - mendrugos – куски чёрствого хлеба] ?dijo Sancho?; pero no son lanjares para tan valiente caballero como vuestra merced.

–?Quе mal lo entiendes! ?respondiо don Quijote?. Has de saber que es honra de los caballeros andantes no comer en un mes, pero, cuando no hay otra cosa, es bueno comer cosas sencillas del campo como las que t? me ofreces.

Sacо Sancho lo que tra?a y comieron los dos en paz. Subieron luego a caballo y poco despuеs, como ya anochec?a, se detuvieron junto a las caba?as de unos cabreros para pasar la noche.

Cap?tulo XI

Don Quijote y los cabreros

Los cabreros los recibieron con amabilidad. Sancho se ocupо de Rocinante y de su asno y despuеs se acercо a un caldero[54 - caldero – чан, котёл] donde los cabreros estaban guisando unos trozos de carne de cabra. Pusieron en el suelo unas pieles de oveja, para que les sirvieran de mesa, y se sentaron alrededor. A don Quijote lo sentaron sobre un almohadоn, despuеs de rogarle con mucha cortes?a que lo hiciera.

Viendo don Quijote que Sancho estaba de pie, le dijo:

–Para que veas, Sancho, el bien que encierra la andante caballer?a, quiero que aqu? a mi lado te sientes en compa??a de esta buena gente, que soy tu amo y se?or; que comas en mi plato y bebas por donde yo bebo, porque la caballer?a andante es como el amor, que iguala todas las cosas.

–?Menudo favor! ?dijo Sancho?, pues si tengo algo que comer, prefiero hacerlo en mi rincоn sin finos modales ni respetos, aunque sea pan y cebolla.

–A pesar de todo, te has de sentar, Sancho.

Los cabreros, que no entend?an de escuderos y de caballeros andantes, com?an y callaban, sin dejar de mirar a sus invitados, que tragaban con gana buenos trozos de cabra.

Una vez acabada la carne, pusieron en el centro gran cantidad de bellotas y medio queso para acompa?ar el vino que a?n quedaba.

Despuеs de comer, don Quijote cogiо un pu?ado[55 - pu?ado – пригоршня] de bellotas y dijo:

–Dichosos aquellos siglos dorados, llamados as? no porque hubiera mucho oro, sino porque los que viv?an en aquel tiempo ignoraban las palabras tuyo y m?o. Entonces todas las cosas eran comunes: para comer bastaba con levantar la mano y coger el fruto de las robustas encinas. Las fuentes y los r?os ofrec?an frescas y transparentes aguas. En los huecos de los аrboles, las abejas regalaban la dulce miel que solo ellas trabajaban. Todo era paz y amistad entonces. Las hermosas muchachas andaban sоlo con lo necesario para cubrir lo que la honestidad ha querido siempre que se cubra. El enga?o no se mezclaba con la verdad. Y ahora, en estos tiempos que vivimos, nada estа seguro. Por ello se creо la orden de los caballeros andantes; para defender a las doncellas, proteger a las viudas y socorrer a los huеrfanos y los necesitados. De esta orden soy yo, hermanos cabreros, a quienes agradezco el habernos acogido tan amablemente a mi y a mi escudero.

Los cabreros le estuvieron escuchando embobados[56 - embobados – изумлённые, восхищённые] y sin decir palabra. Finalmente, dijo uno de los cabreros:

–Para que vea, se?or caballero andante, que le acogemos buena voluntad, queremos contentarle con una canciоn que sabe un compa?ero nuestro y que no tardarа en venir.

Apenas hab?a terminado de hablar, cuando llegо a los o?dos de todos la m?sica de un rabel[57 - rabel – рабель, старинный пастушеский смычковый инструмент], y al poco rato apareciо el mozo que lo tocaba.

Uno de los cabreros le dijo:

–Bien podr?as cantar un poco para que este se?or vea que tambiеn por los montes y bosques hay quien sabe de m?sica.

El mozo, sin hacerse mаs de rogar[58 - sin hacerse mаs de rogar – не заставляя себя долго упрашивать], se sentо en un tronco de encina y comenzо a cantar una canciоn de amores. Quiso don Quijote que cantara algo mаs, pero Sancho le dijo que esos hombres estaban ya cansados del duro trabajo que hab?an hecho.
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